Alain Berliner, director de Bardot: “Ella tenía el poder de cambiar las cosas si lo deseaba”
El equipo de ‘Bardot’, el nuevo biopic sobre la figura icónica de la actriz y modelo francesa, ha aterrizado en el South International Series de Cádiz. Su preestreno, celebrado este fin de semana, ha venido de la mano de la conversación con su director.

“Bardot fue muy adelantada a su tiempo en temas como la sororidad, la libertad femenina, la defensa de los animales y el medioambiente. Pero también fue polémica”, así lo define el equipo de Bardot (2025) en esta entrevista exclusiva. Con total acceso a cada una de sus facetas, el director belga Alain Berliner reflexiona sobre el trabajo de una figura tan polifacética como controvertida en una sociedad que, por aquel entonces, no favorecía la presencia femenina en la industria.
Con una mirada crítica, el equipo de Bardot señala cómo “el modelo está cambiando” en base al aumento de plataformas de streaming. “En Asia o Estados Unidos tienen muchos fondos provenientes de inversores privados, nosotros funcionamos más como una administración pública, y eso limita las posibilidades. Muchos proyectos terminan siendo rechazados”, señala el director junto a Amèlie Melkonian, representante de la productora del biopic, Timpel Pictures.

La complejidad del proceso de creación en una película se vuelve más difícil desde Francia, señalan desde el South International Series Festival. Requiere de una mayor definición de lo que es “cine comercial” y lo que no, ante una disminución de las inversiones en el sector público cinematográfico.
¿Cómo describirían el proyecto Bardot a alguien que no sabe absolutamente nada sobre él?
Berliner: Es misión imposible. Estamos frente a una persona que ha tenido tres vidas, cuando la mayoría solo tiene una. Fue todo un reto condensar eso en apenas 90 minutos. El objetivo principal era descubrir quién era realmente Brigitte Bardot y por qué, incluso sin proponérselo conscientemente, provocó cambios importantes tanto en la sociedad francesa como a nivel mundial.
La idea y el mayor desafío fue lograr un retrato lo más completo posible de Brigitte Bardot, considerando toda su complejidad y todas las etapas de su vida, especialmente para las nuevas generaciones que tal vez no la conocen.
Hay muchos íconos pop en el mundo y en Europa. ¿Por qué eligieron contar la historia de Bardot en particular?
Amèlie Melkonian: Como representante de la productora, puedo responder eso. Nicolas, el productor, tuvo acceso a Brigitte Bardot gracias a su abogado, a quien conoce personalmente. Ese fue el primer vínculo, y la oportunidad que dio inicio al proyecto. Después se unió Hélène al equipo y el trabajo fue encontrar una línea narrativa adecuada para contar su historia. Así comenzó todo.

¿Ella les permitió acceder a sus diarios?
Amèlie Melkonian: No exactamente. Todos sabían que existían, pero nosotros no tuvimos acceso directo a ellos. El proyecto nació del contacto con su abogado, quien le preguntó a Nicolas si quería hacer algo sobre ella, y él dijo que sí, que sería una gran idea. El objetivo era seguir la narrativa de la vida de Bardot.

Bardot tenía una personalidad muy fuerte y fue una figura controvertida. ¿Abordaron también ese aspecto de su vida en el documental?
Berliner: Sí, queríamos que ella se comunicara con el público y explicara un poco lo que hizo y por qué lo hizo de esa manera. Poco a poco, al conocerla más profundamente, nos dimos cuenta de que era muy difícil encontrar la lógica detrás de muchas de sus decisiones. Ella siempre está donde menos la esperas.
Amèlie Melkonian: En el proceso artístico, decidimos mostrar todas las facetas de su personalidad, incluso las controversiales. No queríamos excluir nada. Bardot estuvo de acuerdo con que incluyéramos esa parte de su vida, porque sin eso sería difícil entenderla realmente.
Ella es una mujer compleja. Es importante mostrar tanto a la figura icónica como a la mujer moderna, porque fue muy adelantada a su tiempo en temas como la sororidad, la libertad femenina, la defensa de los animales y el medioambiente. Pero también fue polémica. Queríamos retratar todo eso.
«El caso de Bardot es distinto, ella podía cambiar las cosas si lo deseaba. En cambio, Ludovic es un niño que necesita mantenerse callado, esconderse, esperar a cumplir 18 años. Y entonces podrá ser libre.
Esta pregunta es más para Alan. Sabemos que trabajaste en Ma Vie en Rose, que tiene representación LGBTQ+, algo que también abordamos en nuestro medio. Esa película se hizo en una época donde este tema no tenía tanta visibilidad como ahora. ¿Qué significó para ti trabajar en ella en ese contexto?
Berliner: En ese momento lo asumí simplemente como un personaje. Ludovic, el protagonista, es un niño que poco a poco descubre que es «especial», en el sentido de que no quiere cambiar. Eso lo va comprendiendo a lo largo del film.
El caso de Bardot es distinto, porque ella tenía poder. Podía cambiar las cosas si lo deseaba. En cambio, Ludovic es un niño que sabe que nadie lo va a entender. Necesita mantenerse callado, esconderse, esperar a cumplir 18 años. Y entonces podrá ser libre y convertirse en quien realmente quiere ser. Ese es su arco narrativo.

Debe ser muy interesante como director trabajar con dos personajes tan distintos en historias tan diferentes. ¿Cómo te preparas para cada proyecto? ¿Qué tipo de investigación haces?
Berliner: Siempre trato de entender las razones por las que el personaje principal se enfrenta a ciertos obstáculos, y si va a lograr superarlos o no. Ese es el núcleo de mi preparación.
Bardot entra también en el marco de la cultura europea. Tú eres de Bélgica, ¿cómo describirías actualmente la industria del cine belga? ¿Crees que está ganando importancia en Europa y en el mundo?
Berliner: Es una buena pregunta. La productora principal de Bardot es francesa, y la coproductora es belga, así que es un proyecto completamente europeo. Las reglas en Bélgica y Francia son bastante similares. Hay diferencias en los incentivos fiscales, como el tax shelter en Bélgica y el crédit d’impôt en Francia, pero el sistema es parecido.
Dicho esto, el cine europeo es bastante pobre en comparación con el cine de Asia o Estados Unidos. Allí tienen muchos fondos provenientes de inversores privados. Nosotros funcionamos más como una administración pública, y eso limita las posibilidades. Muchos proyectos terminan siendo rechazados.
«Las televisiones y los distribuidores invierten menos, así que necesitamos abrirnos también al capital privado».
¿Crees que las instituciones públicas deberían fortalecer más la industria cinematográfica?
Berliner: No creo que el sistema actual sea malo, porque gracias a él existen películas como esta. Pero claro, es más complejo. En Bélgica, por ejemplo, si queremos hacer una película «comercial», suele fracasar. Tenemos que redefinir qué entendemos por cine comercial.

¿Y cómo es la situación en Francia?
Amèlie Melkonian: Similar. En Francia hay todavía mucho dinero público destinado al cine y a la cultura en general, pero poco a poco se está reduciendo.
Estamos en un momento de transición, al borde de un cambio de modelo. Las televisiones y los distribuidores invierten menos, así que necesitamos abrirnos también al capital privado. En Bardot, por ejemplo, tuvimos algunos patrocinadores privados. Así que los productores franceses están cambiando su forma de producir. Con la llegada de plataformas como Netflix, Disney y otras, el panorama ha cambiado radicalmente.
¿Se está volviendo más “americano” el modelo?
Amèlie Melkonian: Un poco, sí. Pero no solo en el cine. La sociedad entera se está americanizando en muchos aspectos.
¿Qué les pareció el resto de películas en el South International Series Festival?
Amèlie Melkonian: Escuchamos algo sobre una serie francesa sobre TikTok y una canadiense llamada Le Corbeau, además de Little Disasters, de HBO.
Berliner: Es difícil opinar porque no las pudimos ver. Estábamos promocionando nuestra película y ayer fue nuestro día. Nos hubiera encantado conocer más sobre los otros proyectos y sobre Cádiz, pero lamentablemente no tuvimos tiempo.
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