Entrevista a Pablo Otero, director y profesional de VFX de Chiclana:

"Se le ha restado mucho valor al séptimo arte y eso se refleja en la forma de consumir"

Con una carrera entre el mainstream internacional y el cortometraje personal, el cineasta gaditano apuesta por narrativas con identidad propia, donde lo local y lo universal se dan la mano.

LA CORAHE: De Chiclana a Londres y de vuelta a Andalucía, pasando por los créditos de grandes superproducciones. ¿Cómo ha cambiado tu forma de mirar el cine después de tantos años entre bastidores?

PABLO OTERO: Desde que me mudé a Londres, siempre he estado trabajando en postproducción a nivel profesional. Nosotros ya recibimos el material que ha sido rodado y trabajamos sobre él desde una cierta comodidad. Los rodajes son muy duros: a veces hay que madrugar muchísimo, o acabar muy tarde… Y nosotros, bueno, pues estamos en una oficina, tranquilos, con aire acondicionado.

Yo sigo viendo el cine desde un punto de vista infantil, diría, con ilusión. El hecho de conocer la industria un poco más desde dentro, por lo menos en la parte de postproducción, no me ha quitado en absoluto la ilusión por el cine y por la narrativa; al contrario, lo ha fomentado.

Sobre todo, ahora tengo herramientas que antes no tenía, y eso hace que quiera aplicar todo este nuevo conocimiento de postproducción a mis proyectos personales. Cada proyecto que emprendo ahora lo afronto como un reto mucho más ambicioso que los que solía plantearme antes de mudarme a Londres.

LC: Umbra ha superado las 80 selecciones en festivales y sigue su recorrido. ¿Cómo fue el proceso creativo de este cortometraje? ¿Qué te empujó a explorar el terror desde una mirada más íntima y dramática?

PO: Umbra ya lleva mucho recorrido, y ni mucho menos es un trabajo menor, porque a día de hoy tiene 92 selecciones oficiales. ¡Es que nos quedamos desactualizados muy rápidamente! Bendito problema, la verdad.

Lo abordé en un principio como un reto. Mi cortometraje anterior, Bâba, es también un trabajo del que me siento muy orgulloso, y tenía una carga de efectos visuales bastante potente y un personaje digital complejo, pero muy delicado. Eso hizo que el resultado en festivales fuese bueno, pero no tan bueno como yo esperaba.

Durante ese tiempo conocí a Antonio Rosa, que es mi distribuidor y amigo. Él me dijo: «Tienes talento, haz algo más concreto, algo con un nicho muy marcado. No te vayas tanto por las ramas.» Y tenía razón.

Él es especialista en el mercado de terror —aunque distribuye un poco de todo—, pero huele el potencial. Aun así, yo quería hacer algo que también tuviera una carga personal. En cada proyecto siempre acabo metiendo una pincelada de temas que me preocupan o que me han tocado de cerca.

Umbra, aunque es principalmente una historia de terror, tiene una carga dramática importante. Es una historia muy humana, que toca temas delicados. Yo creo que el entretenimiento y el mensaje no tienen por qué ir por separado. Se puede hacer cine comercial, con el que te diviertas, y al mismo tiempo tratar temas serios, hacer pensar y, sobre todo, provocar debate.

LC: En Bâba ya mezclabas emoción y efectos visuales. ¿Te interesa seguir apostando por esa combinación híbrida de narrativas muy humanas con estéticas potentes o fantásticas?

PO: Bâba, efectivamente, mezcla muchos efectos visuales con temas muy emotivos, dramáticos y, para mucha gente, desafortunadamente incómodos de tratar y digerir. Pero lo tengo muy claro —como ya he dicho—: yo quiero que mi cine cuente algo.

Y, ojo, esto lo digo con todo el respeto del mundo y con el riesgo de sonar arrogante: quiero que mi cine entretenga, que el espectador se lo pase bien, que tenga una estética muy marcada, un nivel técnico del que me sienta orgulloso… pero, sobre todo, que cuente algo. Que deje huella en el espectador, que le haga pensar.

Creo que una cosa no quita la otra. Y Bâba, la verdad, es que me enorgullece muchísimo, porque fue un corto muy difícil de hacer. Supuso un reto técnico brutal. Yo llevaba seis años trabajando en Inglaterra, pero siempre para proyectos ajenos. Cuando trabajas en producciones tan grandes, al final eres solo una pieza en una maquinaria enorme.

Y para mí, asumir la máxima responsabilidad de un producto que podía quedar muy bien o muy mal era un reto enorme.

LC: Has trabajado en grandes títulos como Avengers: Endgame, The Mandalorian o La Sirenita. ¿Cómo se vive desde dentro el proceso creativo de esas superproducciones, y qué aprendizajes te has traído a tu cine más personal?

PO: Trabajar en películas tan grandes como The Mandalorian, La Sirenita, Avengers, Spider-Man, etc., está muy bien, muy guay. Pero al final trabajas en un departamento concreto y haces tareas muy específicas.

Eso está bien porque te vuelves muy bueno en ciertas cosas, pero es difícil tener una visión general del proceso, un «saber hacer» desde el principio hasta el final. Al final, esto es como una fábrica de coches: un proceso muy largo donde cada uno aporta su granito de arena.

Mantener una visión global de todo —desde que se modela el primer polígono hasta que se entrega el proyecto final— es algo que no había hecho antes. Tener que estar pendiente del modelado, texturizado, animación, iluminación, integración… muchas de esas partes se me escapaban al principio y tuve que ir aprendiéndolas sobre la marcha, o bien contando con profesionales y asesoramiento.

Fue un trabajo brutal, del que me siento muy orgulloso. Y, efectivamente, no hubiese podido ni soñar con abarcar un proyecto de esa envergadura si no llevara diez años viviendo en Inglaterra y trabajando en este tipo de producciones.

Pablo Otero, director y profesional de VFX de Chiclana: "Se le ha restado mucho valor al séptimo arte y eso se refleja en la forma de consumir"

LC: Has hablado mucho del esfuerzo y la formación constante que requiere este oficio. ¿Qué dirías a quienes creen que lo digital resta valor al cine tradicional? ¿Dónde ves la frontera entre lo técnico y lo artístico?

PO: Esa es una conversación que aparece cíclicamente y que creo que nace muchas veces del desconocimiento. Lo digital no resta valor, simplemente es otra herramienta. Un pincel no hace menos artista a un pintor, como una tableta gráfica no hace menos ilustrador a quien la usa. Todo depende del uso que se le dé.

Es más, lo digital exige una formación técnica constante. El software cambia, los flujos de trabajo evolucionan… Tienes que estar aprendiendo siempre. Pero eso no está reñido con la sensibilidad artística. Hay personas increíblemente técnicas con una mirada artística brutal, y otras con una sensibilidad tremenda que se benefician de lo digital para materializar sus ideas.

Yo no creo en esa dicotomía. Para mí, lo técnico y lo artístico van de la mano. Cuanto más sabes de la herramienta, más libertad tienes para crear.

LC: Desde tu experiencia en VFX, ¿cómo ves el futuro de los efectos visuales con la llegada de la inteligencia artificial? ¿Crees que puede amenazar la autoría artística o abrir nuevas posibilidades?

PO: Lo he dicho antes: al final, la historia es la que manda. Detrás da igual que haya efectos visuales o no. De hecho, la inteligencia artificial, hoy por hoy, no deja de ser un tipo de efecto visual, solo que mucho menos controlable que los efectos digitales tradicionales. Por eso, de momento, los efectos visuales están relativamente a salvo.

Pero bueno, al final la IA es solo una herramienta, como cualquier otra, y estará al servicio del artista, del director, del guionista, de los productores, etc. Quizás te permita alcanzar un resultado concreto de forma más rápida que con los efectos digitales tradicionales y, desde luego, mucho más rápida que con los efectos prácticos. Pero eso es todo: una herramienta para acelerar procesos. […] Y claro, no puedes hacer una película con una herramienta de la que no tienes control. No puedes mantener una consistencia, una continuidad, en 500, 1.000, 1.500 o 2.500 planos si tu herramienta no te permite que el plano 1 se vea igual, con los mismos colores y el mismo tono, que el plano 557. Es imposible.

Entonces, personalmente creo que sí, que va a acelerar muchos procesos, pero también va a tener un techo de cristal. Como toda curva tecnológica, hay un “hype”, ¿no? De repente todo el mundo habla de la IA como algo revolucionario, como pasó con Facebook, Instagram, etc. Parecía que iban a cambiar el mundo, y luego… bueno, hoy vivimos con ellas sin más.

LC: En La Corahe nos interesa visibilizar la experiencia LGTBIQ+ dentro de la cultura. ¿Crees que hay una deuda pendiente con la diversidad detrás de cámara?

PO: Yo creo que sí hay una deuda pendiente con la diversidad detrás de la cámara. Me parece que se está intentando compensar y enmendar, pero por desgracia, en mi opinión, todavía estamos muy lejos de haberlo conseguido del todo. Pero bueno, al menos se ve que hay una intención.

Y por mi parte también: no es mi primera obra, pero mi primera película sí va a ir un poco en esa dirección, precisamente porque estoy muy concienciado con el tema y quiero aportar mi granito de arena a la causa. Así que sí, totalmente de acuerdo: tenemos una deuda tremenda con prácticamente todos los colectivos.

LC: Muchos de tus cortos tienen algo profundamente emocional y conectado con lo identitario. ¿Qué papel juega tu raíz andaluza en tu forma de contar historias, incluso en géneros como el terror o la ciencia ficción?

Hasta ahora no consideraba que el hecho de ser andaluz se hubiese reflejado mucho en mi cine. Pero me hace mucha ilusión esta pregunta, sobre todo después de haber hablado de diversidad y de colectivos.

[…] Por un lado, soy andaluz y me siento muy orgulloso de serlo. Se están haciendo cosas increíbles por aquí abajo. Y al mismo tiempo, me gustaría —aunque suene ambicioso— sacar adelante un proyecto que no es común ver en nuestra región. Me parece que hacer una película de ciencia ficción con alma andaluza sería un auténtico puntazo.

PO: ¿Qué ves en las nuevas generaciones? ¿Crees que vienen con otra relación con el medio y con el arte?

Aunque suene alarmista o catastrófico, me da mucha pena lo que veo hoy en día. Hablo en general, claro, siempre hay excepciones, pero veo mucha gente que quiere y demanda resultados inmediatos. Todo tiene que ser ya. Y creo que las plataformas, aunque nos han dado muchas oportunidades a los cineastas, también han hecho mucho daño al espectador.

Ver una película ya no es un evento. Ver cine se ha convertido en algo desechable: lo ves, lo masticas como un chicle, lo tiras y al día siguiente te olvidas porque ya hay otra cosa.

Creo que se le ha restado mucho valor al séptimo arte y eso se refleja en la forma de consumir, especialmente en los jóvenes de hoy, y también en los productos que se hacen. No quiero generalizar ni dramatizar en exceso, pero mucho del contenido actual está vacío: solo busca llamar la atención, captar tu mirada, que hagas clic… y siguiente.

Y eso me da pena. Me entristece ver esa degradación del cine como arte en favor del mero consumo.

LC: Estás preparando Pactum, tu próximo largometraje como director. ¿Nos puedes adelantar algo?

PO: Pactum [que realmente es un título provisional] es mi nuevo cortometraje. El proyecto surgió en la Escuela de Interpretación, en el Laboratorio de Interpretación de Sevilla, que dirige actualmente Sebastián Haro. Fue un proyecto que nació poco a poco en clase, sin grandes pretensiones, pero que fue creciendo casi sin darnos cuenta.

Poco a poco empezaron a sumarse varias empresas del sector como colaboradoras, y el nivel de producción creció, creció… y al final acabamos rodando un cortometraje de época, ambientado a principios del siglo XIX, en Úbeda, en el Palacio Vela de los Cobos.

La experiencia fue espectacular. A estas alturas del año pasado jamás me habría imaginado estar rodando algo así. Un corto de terror de época… era un sueño con el que ni me atrevía a soñar. Y ha ocurrido. Así que, sinceramente, creo que ha sido una de las experiencias más bonitas de este año.

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