El Orgullo LGTBIQ+ termina, pero la lucha persiste: “Hay que reivindicar nuestros derechos para tener nuestro espacio”
El colectivo mantiene su reivindicación en toda Europa: desde España, hasta Budapest. Los influencers Daniel Valero, 'Tigrillo', y Andrés Jiménez, hacen un llamamiento a la comunidad.
Al cierre de julio, las últimas movilizaciones europeas por el Orgullo llegan a su fin. Muchas marcas vuelven a cambiar el icono arcoiris agendado para sus respectivas redes, a causa de estas fechas. La programación de los medios nacionales regresa a su contenido habitual. Pero otros tantos continúan la reivindicación de los derechos del colectivo por los 365 días del año. Unos 366, en casos bisiestos.

Las agresiones físicas y verbales hacia personas del colectivo se han incrementado en un año. Según el informe Estado del Odio LGTBI+, un 20,3 % de las personas LGTBI+ sufrió acoso en 2025; un 25,25 %, discriminación y un 16,25 %, agresión física o verbal. La presencia crítica en las calles responde a esta urgencia, fiel a los orígenes de la señalada fecha, en una insistencia que se aleja de la imagen más festiva.
“Se trata de una respuesta necesaria a esa tendencia que ha tenido el Orgullo durante los últimos años, décadas casi, a capitalizarse”, indica el influencer y activista Daniel Valero, ‘Tigrillo’. La celebración masificada y lúdica llega de un llamamiento a que la gente no comprometida, no politizada y no visiblemente parte de la comunidad, cayera en la cuenta de dicha fecha: “Esto ha derivado en una despolitización que llega al punto donde vemos una carroza de Idealista paseándose por el Orgullo de Madrid, mientras contribuye a que las personas del colectivo no podamos tener un techo”.
El Orgullo crítico responde a la búsqueda de una igualdad en retroceso. El primer Orgullo fue una protesta en Stonewall, dirigida por Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera el 28 de junio de 1969, ante las redadas policiales sometidas contra personas del colectivo que pasaban su día en un bar.
Ahora, personas del colectivo y aliadas buscan un término medio. Desde Puerto Real, en Cádiz, el influencer y divulgador Andrés Jiménez denuncia la ausencia de la celebración de un Orgullo, festivo o no, en el municipio. Indignado, contactó con el Partido del PSOE y, ante su pregunta sobre qué había pasado, la respuesta fue la «falta de dinero» para la propia organización.
“El Orgullo tiene que estar todos los años. Aunque hagan más actividades, lo más necesario era reivindicar nuestros derechos y tener un espacio”, defiende, y afirma que, de celebrar el 28J, hay que acordarse de actuar de forma reivindicativa, crítica y sin marcas.

Tigrillo comprende a quienes no quieren participar de orgullos masivos y envueltos en marcas, al igual que apoya a las asociaciones y organizaciones que entienden que es una forma de hacer que el mensaje encuentre su hueco en el consumo más mainstream.
“Una solución estaría en intentar llegar a un punto medio en el cual sigamos teniendo un mensaje político y reivindicativo con sentido, pero que al mismo tiempo no tiremos piedras sobre nuestro propio tejado y apoyemos a empresas que luego están utilizando nuestra visibilidad para cubrirse las espaldas con tácticas nacionalistas, como son, por ejemplo, empresas que están asesinando a personas del colectivo en Gaza, pero que ahora se lavan la cara llevando una carroza”.
“Las empresas que antes no lo utilizaban para lavarse la imagen están huyendo, porque hay gobiernos que están eliminando los programas de diversidad, haciendo que tenga mala imagen en asociarse con nosotras”, remarca el activista. Rechazar apoyos resulta poco viable, aunque miembros del colectivo remarcan la importancia de vetar la presencia de “empresas accionistas o especulativas”.
Pero los festivos deben seguir, así lo reclaman ambos influencers. Andrés percibe que eso acerca a la gente, pero que también se requiere de un un día fijo para las manifestaciones crítica. “Una cosa no quita a la otra. Yo puedo disfrutarme, hay que aprovechar que se dé visibilidad y celebrar que seguimos vivos”.

En Hungría existe la Ley de propaganda desde 2024, en contra de “representar y promocionar” las “identidades de género y orientaciones sexuales diversas” en determinadas formas de comunicación pública —entre ellas la educación pública, los medios de comunicación, la publicidad, y algunas actividades comerciales—. En Estados Unidos, Trump niega la consideración legal de personas no binarias e intersexuales, y aplica que en el pasaporte aparezca el sexo y no el género, afectando a las personas trans. En Reino Unido, por su parte, la discriminación se respalda por la nueva ley generada contra las personas trans desde For Women Scotland, financiada por JK Rowling (Harry Potter). Las propias mujeres trans quedan fuera de los Juegos Paraolímpicos desde Reino Unido desde este mismo año.
Censura y prohibiciones en Hungría
La ley de Hungría prohibía la manifestación del Orgullo y permitía tres contramanifestaciones, apoyadas desde la política gubernamental de Budapest. Pero cerca de 200.000 personas de toda Europa salieron a manifestarse, del colectivo o aliadas, para protestar en contra. Dani Valero, quien estuvo allí presente de la mano de Amnistía Internacional, apunta a este caso como un buen ejemplo práctico de empatía: “Tenemos que intentar hacer llamamientos a la población comprometida y politizada para llevar celebraciones del orgullo a los barrios, asambleas, asociaciones de vecinos y asociaciones de colectivos minoritarios que también sufren una opresión, pero no se relacionan siempre de forma directa con el nuestro, porque tampoco nosotros nos relacionamos con el suyo”.
Se trataría de tejer una red que haga que la celebración del orgullo pueda tirar de participación del pueblo, sin necesidad de que siempre haya una marca grande detrás. De unir luchas y comprometerse mutuamente a favor de una igualdad que beneficia a todo el mundo por igual en “políticas que pelean por la libertad de ser, de expresarse y de romper los dogmas del binarismo de género para toda la población”.
Todo dependería del impacto de las políticas anti-LGTB de Victor Orbán
«La libertad y el amor no pueden ser prohibidos», proclamaba el alcalde de Budapest, Gergely Karácsony, del Partido Verde, durante la concentración de este 2025. Dictaminó, de esta forma, que “o somos libres todos, o ninguno», a lo que Yolanda Díaz añadía frente a los medios que “la Comisión Europea no puede mirar a otro lado ni quedarse callada”. El futuro de europa y su cultura están en juego, según proclaman.
Esto lanza un mensaje que puede sentar el precedente para que otros países que estaban copiando esas estrategias se lo piensen dos veces, según sugiere Tigrillo: “todo depende de si Víctor Orbán va consiguiendo poder y lo mantiene por una ofensiva contra los derechos LGTBIQ+, lo que va a conseguir es que sus socios, como Vox en España, le copien la estrategia porque ven que en Hungría funciona”.
Pero si ven que la reacción contra este tipo de políticas les perjudica más de lo que les puede beneficiar esto puede hacer que dejen de dar impulso a ese tipo de políticas homófobas y transfobas. Un retroceso político que, según apuntan, busca generar una distracción al ciudadano: “Hay lobbies específicos detrás financiando este tipo de ataques a los derechos humanos y hay una estrategia política donde se acoge un argumento popular contra el colectivo; se apela a ese chivo expiatorio como distracción con respecto a cosas que sí que tendrían un efecto en la vida de todos, como el derecho a la vivienda”.
Un retroceso marcado por la ultraderecha mediática
“Este retroceso se debe a que dan voz a partidos de ultraderecha, los levan a programas de televisión como El Hormiguero y a entrevistas, a youtubers y otras figuras influyentes de esta ideología”, reclama Andrés Jiménez. El divulgador también se encargó parte de la entrega del galardón LGTBIQ+ Pedro Zerolo en Puerto Real, otorgado este año a la actriz y activista Alex de la Croix (Te estoy amando locamente). La visibilidad a estos discursos, señala, normaliza la violencia verbal en las calles y perjudica en la educación de las infancias en sus respectivas casas, donde los padres ríen las bromas y los hijos las repiten como si la propia identidad fuera un chiste. Al final, Andrés lo remarca así: “¿Tú quién eres para decirme a quién tengo que amar y a quién no puedo amar?”.


Según lo remarca el divulgador, Estados Unidos genera fuerte influencia externa y su propio presidente estaría involucrado en el Caso Epstein: “A la gente es que le da igual que el propio presidente sea pedófilo, solo les molesta que las minorías tengan derechos, y están consiguiendo reprimirnos porque no nos dejan”. El odio llega a las calles y genera altavoz por las redes sociales, donde Andrés señala la abundancia del acoso al colectivo, algo que él mismo ha llegado a experimentar en sus vídeos, donde se reían por su expresión natural: “Un poco más de pluma y vuela, solían comentarme”.
Si la ofensiva anti-LGTBIQ+ reúne a decenas de personas pero las aliadas son cientos de miles, esto anima a partidos, grupos y gobiernos progresistas a redoblar su apuesta por los derechos LGTBIQ+, y que no pase lo que ha pasado aquí en España, que en el momento en el cual los medios empezaron a hacer sangre con el tema de la Ley Trans de Irene Montero. “No tendría que hacer falta que saliéramos cientos de miles a las calles para que un gobierno haga unas políticas valientes, pero por desgracia esto funciona así”, concluye Tigrillo.